jueves, 5 de enero de 2017

Caperucita Roja


Érase una vez, en una gran ciudad vivía una niña llamada Carola en una pequeña casita. A la niña la llamaban Caperucita Roja, ya que casi siempre llevaba un viejo chaquetón de color rojo como el tomate.

Un día, su madre le dijo que, ya que su abuela acababa de salir del hospital, le llevara un ramo de rosas, unos bombones y un poco de dinero para poder comer.

Antes de salir de casa, la madre le dijo a Caperucita que no hablara con ningún desconocido y que tuviera cuidado con los coches. La niña asintió y colocó las cosas en una pequeña mochila.

Salió de casa toda contenta, cuando se paró a atarse un cordón de su bota, que estaba desabrochado.  Al subir la cabeza, se encontró con un hombre calvo, grande y con unas largas barbas.

El hombre le dijo hola a Carola, y ella, toda confiada, le dijo: -Hola, ¿quién es usted?-. Hablaron durante unos minutos y el señor le dijo que si quería que la llevaría en coche a donde quisiera ir. Caperucita contestó que no, porque iba a casa de su abuelita a las afueras de la ciudad.

Cometió un grave error al decir eso...

Sin decir nada, el hombre cogió su coche y se dirigió rápidamente donde había nombrado la niña. Al llamar al timbre solo tuvo que decir: -Soy Carola-, para que la inocente abuela le abriera.

Enseguida, al darse cuenta de que no era su nieta, la abuelita se desmayó.
Aquel hombre se enfurruñó mucho, ya que ahora no le podría decir dónde guardaba su dinero.

Él comenzó a buscar por aquel humilde pisito, pero no encontró nada. Entonces pensó en amenazar a Caperucita Roja cuando llegara.

Al cabo de un rato, sonó el timbre. Era Carola. El hombre cogió el telefonillo del portero automático y dijo con voz distorsionada: -pasa hija, ¡pasa!

La niña enseguida se presentó allí, y lo primero que vio fue a su abuelita tirada en el suelo. Se asustó muchísimo. Entonces salió el hombre y le dijo a Caperucita Roja:

 - O me dices donde está el dinero o te secuestraré...

- ¡Ahh! No, por favor... Creo que está en el cajón del tocador.

- ¡Más te vale que sea así!

El ladrón miró y allí solo había monedas sueltas. 

-Muuuuy bien Carola, aun así… ¡Te llevare conmigo para que no digas nada! 

-¡Ag, no, ahh, nooo! 

Mientras, por la calle, pasaba un obrero que escuchó los gritos de Caperucita. Subió las escaleras a toda prisa, tiró la puerta del piso y allí vio a la abuela inconsciente y a Carola agarrada por el hombre. El obrero fue tan rápido, tan rápido, que saco la pala que llevaba en la bolsa de trabajo y le dio un golpe que le dejo inconsciente al ladrón y acto seguido, llamó a la policía que llegó enseguida.

La abuelita se despertó y se puso muy contenta de ver que Caperucita estaba bien, la dio un beso y todo quedo en un simple susto. 


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