En un bonito
pueblo había una casita que tenía fama por ser la más limpia y reluciente. En
ella, vivía una simpática ratita que era muy, pero que muy presumida.
Un día,
mientras barría la puerta de su casa, la Ratita vio algo en el suelo:
-¡Qué suerte,
si es una moneda de oro! Me compraré una cinta de seda para hacerme un lazo.
Entonces se fue a la mercería del pueblo y se compró el lazo más bonito.
-Tra, lará,
larita, limpio mi casita, tra, lará, larita, limpio mi casita! cantaba la Ratita, mientras salía a la
puerta para que todos la vieran.
- Buenos
días, Ratita dijo el señor Burro. Todos los días paso por aquí, pero nunca me
había fijado en lo guapa que eres.
- Gracias,
señor Burro dijo la Ratita
poniendo voz muy coqueta.
- Dime,
Ratita, ¿te quieres casar conmigo?
- Tal vez –
respondió la ratita -. Pero ¿cómo harás por las noches?
-¡Hiooo,
hiooo! bufó el burro soltando su mejor rebuzno.
Y la Ratita contestó:
-¡Contigo no
me puedo casar, porque con ese ruido me despertarás!
Se fue el
Burro bastante disgustado, cuando, al pasar, dijo el señor Perro:
-¿Cómo es que
hasta hoy no me había dado cuenta de que eres tan requetebonita?. Dime, Ratita
¿te quieres casar conmigo?
- Tal vez,
pero antes dime: ¿cómo harás por las noches?
-¡Guauuu,
guauuu.
-¡Contigo no
me puedo casar, porque con ese ruido me despertarás!
Mientras, un
Ratoncito que vivía cerca de su casa y que estaba enamorado de ella veía lo que
pasaba. Se acercó y dijo:
-¡Buenos
días, vecina!
-¡Ah!, eres
tú! dijo sin hacerle caso.
-Todos los
días estás preciosa, Pero hoy más.
-Muy amable,
pero no puedo hablar contigo porque estoy muy ocupada.
Después de un
rato pasó el señor Gato y dijo:
-Buenos días,
Ratita, ¿sabes que eres la joven más bonita? ¿Te quieres casar conmigo?
-Tal vez dijo
la Ratita-,
pero ¿cómo harás por las noches?
-¡Miauuu,
miauuu! contestó con un dulce maullido.
-¡Contigo me
quiero casar, pues con ese maullido me acariciarás!
El día antes
de la boda, el señor Gato invitó a la
Ratita a comer unas cuantas golosinas al campo, pero mientras
preparaba el fuego la Ratita
miró en la cesta para sacar la comida, y…
-¡Qué raro!,
sólo hay un tenedor, un cuchillo y una servilleta; pero ¿dónde está la comida?
- ¡La comida
eres tú! dijo el Gato, y enseñó sus colmillos.
Cuando iba a
comerse a la Ratita,
apareció el Ratoncito, que, como no se fiaba del Gato, los había seguido hasta
allí. Entonces, cogió un palo de la fogata y se lo puso en la cola para que
saliera corriendo.
-Ratita,
Ratita, eres la más bonita – le dijo el Ratoncito muy nervioso. ¿Te quieres
casar conmigo?
- Tal vez,
pero ¿cómo harás por las noches?
- Por las
noches dijo él-, dormir y callar.
- Entonces,
contigo me quiero casar.
Poco después
se casaron y fueron muy felices.
López, J. (2002). La ratita presumida. Pontevedra, España: Kalandraka Editorial
López, J. (2002). La ratita presumida. Pontevedra, España: Kalandraka Editorial
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